Fermín Tangüis' (*San Juan de Puerto Rico, 29 de marzo de 1851 - † Lima, 24 de agosto de 1932) fue un empresario puertorriqueño del Perú, a donde llegó en 1875, para trabajar como contador mercantil. Luego pasó a Castrovirreyna, donde trabajó en una empresa minera y después se dedicó a la agricultura en el valle de Pisco, desde 1890. Allí se dedicó a la producción de algodón, que tuvo entonces un auge nunca visto en el Perú.
En los comienzos del siglo XX, la pujante industria algodonera nacional entró en crisis por la aparición en el campo de la enfermedad llamada “decaimiento” (Cotton Kilt), hongo que ataca las raíces del algodonero en cualquier época de su desarrollo, lo que da lugar a que la planta presente un aspecto de “tristeza”.
En esa época Fermín Tangüis pensó que la única solución a la grave crisis algodonera que se presentaba podría estar en hallar, en los propios campos enfermos, una planta que resistiera la enfermedad.
Tangüis observó que en los campos algodoneros infectados, existían plantas que presentaban distintas afecciones en su desarrollo, y que muchas de ellas, lozanas, resistían la enfermedad. Recorriendo todas las haciendas del valle recogía bellotas de plantas que resistían en diverso grado la enfermedad y entonces en ese año de 1905, sembró más de cuarenta clases distintas de algodón. Los ensayos los realizaba en un pedazo de tierra que estaba infectada, para someter las plantas a las peores condiciones y comprobar así cuál era su resistencia. La meta no sólo era encontrar una planta resistente, sino que la planta reuniera también las cualidades de productividad necesarias para que su cultivo fuera rentable. Ese año sus ensayos no dieron resultados, porque la mayoría de las plantas morían y otras no daban cosecha, o las cualidades de producción y fibra no llenaban el requisito esencial de rendimiento económico. A pesar de esos resultados el ánimo de Tangüis no decayó y al siguiente año inició una nueva serie de experimentos. Federico Uranga cuenta que recorriendo Tangüis nuevamente los campos de algodón devastados por la peste, pasó por la hacienda Zárate, de propiedad del señor Julio Barrenechea, y vio con gran asombro una planta que vegetaba lozana y que era completamente distinta del Egipto: tenía fibra larga era muy blanca, de gran colchón y de brote belloso. Determinó entonces seleccionar esta clase que parecía reunir buenas condiciones, se echó al bolsillo diez bellotas, junto con algunas otras clases de algodón que encontró en el mismo campo. Determinó el porcentaje de fibra, dándole el 45%. Como se ve era un porcentaje elevadísimo. Vio que las semillas eran chicas y con algunas rayitas de pelusa que corrían a lo largo de la semilla”.
Y así continuó con sus experimentos hasta que el séptimo año pudo sembrar mayor cantidad del algodón que había finalmente seleccionado y la regaló a los agricultores de la zona diciéndoles: “Aquí tienen una clase de algodón buena, resiste el decaimiento y produce más”.
El nuevo algodón “especial”, como lo llamaba su creador, fue bautizado algodón Tangüis, a insistencia de los agricultores Coloma y Graham Rowe, a pesar de la oposición del propio Tangüis. Se trataba de una variedad que no sólo resistía el Cotton Kilt, sino que superaba al Egipto y al Mitafifi en producción unitaria; además, su fibra larga y gruesa tuvo gran demanda en hilanderías, ya que no se rompía y era fácil de ser manufacturada. Por último, su cultivo requería poca agua y era muy rústico, por lo que podía ser sembrado en lugares que antes no se consideraban aptos para el algodón. Su algodón “especial” se difundió rápidamente por los valles de la costa, contribuyendo a un nuevo auge algodonero.
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