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miércoles, 6 de octubre de 2010
Leyenda de los Pururaucas
Leyenda de los soldados Pururauca
Soldado Chanca ataca a soldado inca, detalle de la pintura de Juan Bravo.
La leyenda de los soldados Pururaucas o los soldados de piedra es una leyenda inca que mitifica la victoria del ejército inca hacia el ejército chanca en 1438. Es un intento de engrandecer la hazaña de la sorpresiva victoria inca de la batalla de Yahuarpampa (en quechua: llanura de sangre).
Trama de la leyenda
En la batalla se cuenta que cuando Viracocha Inca e Inca Urco huyeron abandonando los cusqueños a su suerte ante la inminente llegada del poderoso ejército chanca, Cusi Yupanqui (Pachacútec) solicitó el retorno de su padre Viracocha Inca para que dirija la defensa, ante la negativa del inca Viracocha Inca, Pachacútec se vio obligado a tomar el mando del ejército.
Pachacútec reclutó a algunas etnias vecinas para resistir juntos al poderoso ejército chanca, sin embargo nadie deseó unírseles más que la etnia de los Canas.
Cuando el ejército inca se postró en el campo de batalla a esperar al ejército enemigo, Pachacútec ordenó hacer pequeños montículos de piedra disfrazados de soldados para que a la distancia el ejército parezca más numeroso.
Según el relato, en plena batalla, los montículos de piedra se hicieron reales por la voluntad de los dioses para favorecer a los incas. La victoria de la batalla y la guerra fue para los incas.
Explicación histórica
Lo más probable es que todo el relato haya sido cierto, tal y como se cuenta, a excepción de la materialización de los soldados de piedra.
Cuando Pachacútec solicitó a las etnias vecinas un apoyo defensivo a la poderosa amenaza chanca, muchas de las etnias esperaron a observar que bando se inclinase a la victoria para unírsele. Cuando observaron esto en la etnia inca entraron en combate a su favor, así que hubo una alza repentina en el número de combatientes contra los chancas, pareciendo así que los montículos de piedra se transformaron en soldados de verdad.
Fermín Tangüis
Fermín Tangüis' (*San Juan de Puerto Rico, 29 de marzo de 1851 - † Lima, 24 de agosto de 1932) fue un empresario puertorriqueño del Perú, a donde llegó en 1875, para trabajar como contador mercantil. Luego pasó a Castrovirreyna, donde trabajó en una empresa minera y después se dedicó a la agricultura en el valle de Pisco, desde 1890. Allí se dedicó a la producción de algodón, que tuvo entonces un auge nunca visto en el Perú.
En los comienzos del siglo XX, la pujante industria algodonera nacional entró en crisis por la aparición en el campo de la enfermedad llamada “decaimiento” (Cotton Kilt), hongo que ataca las raíces del algodonero en cualquier época de su desarrollo, lo que da lugar a que la planta presente un aspecto de “tristeza”.
En esa época Fermín Tangüis pensó que la única solución a la grave crisis algodonera que se presentaba podría estar en hallar, en los propios campos enfermos, una planta que resistiera la enfermedad.
Tangüis observó que en los campos algodoneros infectados, existían plantas que presentaban distintas afecciones en su desarrollo, y que muchas de ellas, lozanas, resistían la enfermedad. Recorriendo todas las haciendas del valle recogía bellotas de plantas que resistían en diverso grado la enfermedad y entonces en ese año de 1905, sembró más de cuarenta clases distintas de algodón. Los ensayos los realizaba en un pedazo de tierra que estaba infectada, para someter las plantas a las peores condiciones y comprobar así cuál era su resistencia. La meta no sólo era encontrar una planta resistente, sino que la planta reuniera también las cualidades de productividad necesarias para que su cultivo fuera rentable. Ese año sus ensayos no dieron resultados, porque la mayoría de las plantas morían y otras no daban cosecha, o las cualidades de producción y fibra no llenaban el requisito esencial de rendimiento económico. A pesar de esos resultados el ánimo de Tangüis no decayó y al siguiente año inició una nueva serie de experimentos. Federico Uranga cuenta que recorriendo Tangüis nuevamente los campos de algodón devastados por la peste, pasó por la hacienda Zárate, de propiedad del señor Julio Barrenechea, y vio con gran asombro una planta que vegetaba lozana y que era completamente distinta del Egipto: tenía fibra larga era muy blanca, de gran colchón y de brote belloso. Determinó entonces seleccionar esta clase que parecía reunir buenas condiciones, se echó al bolsillo diez bellotas, junto con algunas otras clases de algodón que encontró en el mismo campo. Determinó el porcentaje de fibra, dándole el 45%. Como se ve era un porcentaje elevadísimo. Vio que las semillas eran chicas y con algunas rayitas de pelusa que corrían a lo largo de la semilla”.
Y así continuó con sus experimentos hasta que el séptimo año pudo sembrar mayor cantidad del algodón que había finalmente seleccionado y la regaló a los agricultores de la zona diciéndoles: “Aquí tienen una clase de algodón buena, resiste el decaimiento y produce más”.
El nuevo algodón “especial”, como lo llamaba su creador, fue bautizado algodón Tangüis, a insistencia de los agricultores Coloma y Graham Rowe, a pesar de la oposición del propio Tangüis. Se trataba de una variedad que no sólo resistía el Cotton Kilt, sino que superaba al Egipto y al Mitafifi en producción unitaria; además, su fibra larga y gruesa tuvo gran demanda en hilanderías, ya que no se rompía y era fácil de ser manufacturada. Por último, su cultivo requería poca agua y era muy rústico, por lo que podía ser sembrado en lugares que antes no se consideraban aptos para el algodón. Su algodón “especial” se difundió rápidamente por los valles de la costa, contribuyendo a un nuevo auge algodonero.
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